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La legalidad republicana

miércoles, 28 de enero de 2009

Mucho se ha escrito sobre la crisis de la república romana, muchas han sido las causas que los expertos sobre el tema nos han dado, pero a mi juicio la chispa determinante del fin precipitado y violento de la misma fue cuando se forzó el mos maiorum para adaptarlo a las contingencias políticas del poder.

Todo sistema para desarrollarse en paz precisa de unas leyes, no necesariamente justas pero obligatoriamente firmes. No quiero decir con esto que un sistema puede sustentarse sobre una legislación injusta, ni que la legalidad deba aplicarse con mano militar, sino que la ley debe ser constante e invariable, pudiendo ser modificada por los mecanismos oportunos y legalmente establecidos.

El fin del sistema político romano de la era republicana seguramente se debió a las causas sociales, económicas y políticas que venían desvirtuando la realidad de una ciudad hacia la de un imperio. Las superestructuras no funcionaban, pero la rapidez del colapso del sistema y la violencia del mismo se debió a la violación de un mos maiorum anticuado en determinadas cuestiones en lugar de su reforma.

Cuando el poder político no encuentra el freno a sus desmanes en la legalidad vigente y haya el modo más o menos ingenioso de violentarla, consigue a corto plazo un objetivo que le puede ser caro o que incluso puede ser vital para el país o la sociedad, pero el precio es inasumible por ningún sistema.

La reforma militar de Cayo Mario seguramente era imprescindible, igualmente sería recomendable la sustitución de Cecilio Metelo por el tercer fundador en la guerra de Yugurta o la marcha de Sila sobre Roma. Pero estas acciones y otras parecidas fueron la chispa que había de devorar completamente el edificio constitucional de la república. Ni siquiera la dictadura silana y el intento de restablecer la legalidad fueron suficientes, el pueblo sabía que la constitución no era sagrada, se podía violar y violentar. Sabía que marchar sobre Roma era posible.

Desde entonces nada pudo contener las ambiciones humanas tan fáciles de alterar, se quebró el mos maiorum hasta la destrucción misma del sistema república por el imperio y sobre Roma marchará en adelante cualquier general con ambiciones dando ejemplo funesto a las bárbaras naciones.

La ley es sagrada hasta que es permitido violarla, después es solo un papel a utilizar con fines interesados y partidarios.

No hay forma de dar marcha atrás a la historia, el hecho que hoy nos beneficia por encima del consenso jurídico se puede volver raudo contra nosotros, nadie puede hacer la trampa solo él, porque las reglas del juego cambian para todos y cuando dejan de existir se comienza a jugar sin reglas. En esas ocasiones solo la mesura personal y la responsabilidad evitan las partidas a muerte y es tentar a la suerte confiar en que el pecho de todos los hombres implicados en dicha partida sea lo bastante generoso como para no utilizar los más peligrosos y despreciables recursos para lograr la victoria.

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