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¿Qué está pasando con la cadena de los obispos?

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Up & Toy Story 3

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La edad de oro de la animación.

La castiza secta de los iluminados(San Plácido)

jueves, 12 de febrero de 2009

Muchas han sido las herejías, muchas las desviaciones de la ortodoxia del catolicismo. España sin duda azote y martillo de infieles fue el músculo de Roma en la lucha contra las desviaciones de la modernidad, la incapacidad del catolicismo post trento de articular un discurso único y de combatir la herejía política y militarmente de manera conjunta llevo al triunfo de los postulados cismáticos que de otra forma hubiesen sido erradicados.

Fue la razón de estado lo que permitió sobrevivir las tesis protestantes y más adelante calvinistas, después de aquello el mantenimiento de la ortodoxia se hizo una cuestión compleja y el surgimiento de grupusculos y sectas prolifero al calor de la llamada libertad religiosa.

España como decía protagonizó en buena medida la reacción católica frente al protestantismo, que se consolidó definitivamente en Westfalia como algo irreversible, pero que tembló hasta sus cimientos tras Nördlingen y que solo la intervención por cuestiones de estado de la católica Francia permitió esta consolidación en último término (con esto no pretendo caer en el falaz simplismo de responsabilizar a Francia de esta consolidación, ni pretender que España pretendiese desinteresadamente y siempre acabar a cualquier precio con la herejía).

No era este el motivo originario de esta entrada, quería hablar de una herejía hispánica, tan propia de nuestra mentalidad como esclarecedor fue el momento de su aparición. Hablamos del Iluminismo.

Esta herejía es tan castiza que es el resultado propio de una sociedad como la hispánica en aquellos días, con algunos ribetes de protestantismo en sus primeras ocasiones la herejía de los alumbrados fue cambiando según avanzaba el siglo XVI para entrar en el XVII dentro del amor prohibido, el sexo con religiosas.

Esta teoría tan donjuanesca tuvo y quizás tenga un importante ánimo en la líbido de determinadas personas, el apetito por lo prohibido en una sociedad mojigata en las formas y ya desenfrenada en la práctica.

El sistema resultaba bastante sencillo, pues los cabecillas de estas herejias eran en su mayor parte confesores, confesores de conventos que imponían como penitencia actos sexuales entre las monjas que confesaban y ellos mismos. Según su propia teoría para engendrar de aquestos encuentros el mesías, argumento sin ningún sosten teológico y que más sugiere el aprovechamiento de su posición de estas personas.

La destrucción y la degradación de las costumbres de la España del XVII ha sido ampliamente estudiada, se decía que con el mal ejemplo de las altas instancias, el pueblo nada bueno podía sacar. La España de Felipe IV es una España en la que perviven los tabues del reinado de Felipe II pero en la que ha entrado de lleno la corrupción en el reinado de Felipe III, esencialmente en lo económico, con la llegada del nuevo rey los problemas de moral pública no se limitaran al incurable defecto de la nobleza española de aperantar, aun a costa de arruinarse (no fueron pocos los casos), sino que la degración alcanzará ampliamente al tema sexual.

El catolicismo intransigente en esta materia sigue siendo la doctrina oficial, la práctica en este momento será la de un liberalismo en las costumbres realmente sorprendente, embajadores extranjeros decían entre asombrados e indignados que la corte del rey planeta era una nueva Babilonia.

Es en medio de esta decadencia de las costumbres sexuales y en general morales(los procesos con los que comienza el reinado contra la corrupción fueron solo humo y la sangre del marqués de Siete Iglesias que regó el empedrado madrileño más hizo mito popular que escarmiento)de la sociedad hispánica cuando esta secta tiene su plenitud.

Fue un movimiento de una importancia cuantitativa realmente insignificante, pero de una importancia sociológica real, la fantasia sexual del acto con monjas será relativamente frecuencia y de hecho la obra cumbre de los amoríos nacionales se centra en esta cuestión, pues don Juan pretende nada menos que a una monja.

La base real sirvió para la leyenda, la incansable voracidad sexual del rey y la desesperación del válido en engendrar un hijo llevaron al imaginario colectivo a imaginar y dar forma a la leyenda que a continuación trataré de relatar:

Vivían entonces los reyes de España en el alcalzar real (actual emplazamiento del palacio de oriente) y junto a ellos se situaba el convento de San Plácido.

En este primer tercio del siglo XVII a finales de los años 20 comenzaron a darse casos de comportamiento desordenado en varias religiosas, importantes alteraciones de su personalidad en todas aquellas que no eran demasiado ancianas o demasiados feas...el virus se extendió como la polvora por todo el convento, incluso por su superiora, una mujer de familia muy importante. La alarma social fue grande y el confesor dijo que el mismisimo demonio se había apoderado del convento y poseído a las hermanas.

Tal fue la trascendencia del suceso que la inquisición tomó cartas en el asunto y llevo a todas las religiosas y al confesor a la carcel e instruyó contra ellos proceso. Bajo tormento al fin confesó el propio confesor los horrores de su pecado, había aprovechado su posición para aprovecharse de todas las hermanas que le parecían hermosas, arguyendo el ya conocido argumento de engendrar en sus encuentros sacrílegos al mesías.

El asunto se cerró con prisión perpetua para el confesor en régimen estricto y la dispersión de las hermanas (pese a la gravedad del delito, la relativamente suave pena viene en buena medida a establecer el grado de "crueldad y sadismo" del santo oficio, tan magnificado falsariamente por la leyenda negra).

Hasta aquí la realidad, desde aquí la leyenda que el pueblo creyó y los siglos han transmitido, de forma según parece erronea y falsa:

Se dijo que una de las hermanas de belleza singular tuvo en su virtud su problema, alertado el rey poeta de la existencia de tal mujer, se propuso conseguirla. Para ello recurrió al soborno y regalandola dinero pretendió conseguirla, pero la superiora enterada del asunto se oponía con firmeza. Así en escapada nocturna, el rey, el conde duque y el protonotario Villanueva(fundador del convento y posiblemente ex-novio de la superiora) planearon el asalto al convento. La casa del protonotario aledaña al convento fue el punto de partida, se hizo un tunel que comunicaba esta con la sala donde guardaban el carbón las monjas.

Así con el tunel hecho se emboscaron en la noche para irrumpir mientras dormían y realizar sus labores amatorias. Sin embargo la superiora avisada del asunto tejió un plan de contraofensiva, vistió a la monja de muerta y la hizo acostar en un ataud con dos enormes cirios escolta y un crucifijo entre sus manos pálidas.

Según narra la leyenda al entrar los tres egregios asaltantes en los aposentos de la bella hermana se quedaron espantados ante tal visión y pusieron pies en polvorosa.

Algunos dicen que con esto terminó la aventura, otras versiones señalan que el rey enterado del engaño decidió ser generoso con la superiora y esta terminó transigiendo, teniendo el cuarto Felipe un encuentro con la monja mientras el Conde-duque y Villanueva a modo de sujetabelas movían sobre la pareja en acción sendos botafumeiros de incienso.

Fuese como fuese lo cierto es que el convento recibió importantes donaciones, un reloj impresionante, que fue el origen de la leyenda de la "muerta" pues tocaba cada hora a requiem, fue en este convento también el que recibió por voluntad regia el Cristo de Velazquez y otras obras pictóricas de interés al convento de clausura.

El Conde-Duque tiene también su leyenda en el convento, de todos era sabido su deseo de tener descendencia masculina (solo tuvo una hija muerta nada más casarse y el bastardo que después reconocería a la vez que el rey al suyo). Algunos dicen que en tratos con las religiosas fueron conducidos a un aposento, donde no tengo claro si en presencia de la hermandad o está tras alguna celosía, practicaron el acto carnal mientras oraban las hermanas.

Esos fueron los episodios de San Plácido, tan queridos para el pueblo en aquellos días y que terminarían costandole a su fundador Villanueva varios años de presidio en Toledo en las celdas del santo oficio tras su caida en desgracia a mediados de los 40.

Fueron pues los alumbrados en este siglo XVII un producto autóctono y castizo, que pervivió con fuerza en el imaginario hispánico, fruto de una España que luchaba por Trento a brazo partido en el exterior, mientras dentro era vista por muchas otras cortes como la nueva babilonia.

La desgracia de Polonia

sábado, 7 de febrero de 2009

Polonía tiene sin duda un destino trágico, sus desgracias forjadas en buena medida durante el romanticismo le imprimieron a su caracter nacional un halo de mito del que nunca ha logrado sobreponerse y es que en buena medida no hay nación más romántica y triste que Polonia.

Compartió durante el inicio del XIX y finales del XVIII ese toque misterioso y revolucionario con España (en rebeldía ciudadana contra el imperio invicto de Bonaparte) y con Grecia (gran valor simbólico de su tiempo en su lucha a muerte y desigual contra el poder aun omnimodo del turco).

La triada de las naciones guerreras, de las patrias populares en las que luchaba su población y no sus ejércitos al mando de sus reyes. Naciones ocupadas por poderosisimas potencias en las que pueblos relativamente pobres e intelectualmente infravalorados en la Europa de la Ilustración se batían entre la decadencia de sus patrias contra su monstruoso destino. La muerte y la fatalidad, la voluntad indómita y los ideales, en unos lugares que sonaban lejanos y exóticos a la Europa del momento crearon un mito del que dificilmente logramos ir escapando sus actuales naturales.

Pero Polonia no solo sufrió entonces, sufrio antes y sufriría después en un destino marcado por el infortunio.

El reino polaco-lituano se formó en el siglo XV con la unión de estas dos entidades políticas siguiendo el desarrollo de su tiempo en un afán unificador. Igualmente a nivel político se comenzaba en los países más desarrollados de la cristiandad un proceso tendente a unificar el poder en manos del rey, este proceso que se desarrollo en una alianza estratégica entre ciudades y monarca en contra de la nobleza tuvo grados y matices pero en general fue evolucionando hacia una monarquía absoluta.

Polonia supuso una excepción al proceso político europeo, en lugar de seguir la senda hacia el absolutismo profundizó en el modelo pactista medieval. El Sejm (una suerte de cortes medievales) tuvieron primacía política sobre el monarca, que estaba sujeto a ella en modo muy superior al del resto de monarcas de su tiempo.

Esta rareza histórica es un factor importante, puesto que la Polonia de la edad moderna, de su primera parte al menos, es una nación poderosa e importante que tiene el núcleo territorial más grande en Europa de todas las naciones y con buenas perspectivas. Es una nación que combate en los frentes bálticos y contra el imperio turco con serias opciones de ser una potencia regional muy a tener en cuenta.

Una potencia que salvó en alguna ocasión con su carga de caballería la propia ciudad de Viena asediada por el turco, un bastión católico en el noreste de Europa.

En muchos aspectos era la monarquía polaca una república oligárquica de grandes hombres, un gobierno de iguales, sin embargo la ausencia de un poder ejecutivo terminó demostrando a la larga la inviavilidad del modelo pactista y la arrolladora superioridad en todos los ámbitos del modelo absolutista.

Este sistema derivo hacia los dos grandes problemas, la inestabilidad y la anarquía. La falta de un poder centralizador permitió las intrigas e influencias de potencias extranjeras en grupos de presión política, lo cual desestabilizó el país y en ocasiones le llevo a la parálisis a falta de una dirección única, de un proyecto común. Los intereses personales de los grandes e iguales demostraron ser divergentes y la ausencia de una autoridad superior impidió el proceso de desvinculación y desintegración. El modelo alternativo al absolutismo había fracasado, el Sejm se convirtió en el gran problema polaco y Polonía quedó reducida a campo de batalla diplomático de terceras potencias. Paralizada, con graves problemas internos y poderosos enemigos externos su futuro se presentaba trágico.

Polonia fracasó en su intento por crear un estado moderno de manera alternativa al resto de Europa, el resultado fue la postración de un basto territorio ante la inestabilidad política.

El fortalecimiento del absolutismo en los países cercanos permitió una ventaja enorme a sus vecinos, Suecia, Rusia, Prusia o Austria y en menor medida el Imperio Otomano.

Polonia fue repartida en reuniones secretas, su territorio troceado por sus ávidos vecinos y su realidad nacional aplastada con la facilidad con que el cirujano amputa los miembros de un cuerpo muerto. Sin embargo el rescoldo de identidad y libertad seguía vivo en la nobleza y en la nación.

A finales del XVIII Polonia fue barrida del mapa, un mapa diseñado por dinastías y acaparado por estados absolutos, el proyecto pactista y oligárquico había saltado por los aires. La falta de compromiso de la clase dirigente, su estrechez de miras y sus ambiciones personales habían hecho imposible un desarrollo diferente del estado moderno.

El lento ocaso del modelo tardo medieval polaco coincidió con el final explosivo e inesperado del triunfante absolutismo. Hacia 1795 sucumbía este experimento que malvivió sus últimos 150 años, pero tan solo tres años después en Francia se iniciaba un proceso que habría de poner fin al absolutismo monárquico.

Calló la cabeza de Luis XVI manchando las calles de un París revolucionario, Europa se conmovió hasta sus cimientos y un proceso irreversible dió comienzo.

Tras el caos llegó Napoleón, la restauración del orden bajo una nueva realidad y legalidad. Las guerras en Europa destrozaron al antiguo régimen, el Emperador hubo de renunciar a la exclusividad de su título en la cristiandad y con ello murió la legalidad internacional absolutista. Una hija del emperador, una princesa Habsburgo casó con el usurpador corso y Polonia resucitó del olvido como estado títere de Napoleón bajo el nombre de Ducado de Varsovia. Aquél que crea que con esto la suerte polaca fue restaurada se equivoca. El ducado fue utilizado por Napoleón como granero y arsenal, sus recursos fueron esquilmados y sus hombres murieron en las infinitas campañas en defensa del régimen de Bonaparte, por si fuera poco tuvo que comprar la indemnización de guerra de Prusia a Francia para dársela en efectivo o bienes, una indemnización que luego Prusia a Polonia no llegó a pagarle nunca.

Por supuesto su independencia fue efimera y con la caída de Napoleón tras el Congreso de Viena, Polonia volvió a ser repartida. La parte rusa gozaría durante un tiempo de cierta autonomía hasta que el absolutismo de los zares la absorvió.

Cierta calma necesaria permitió en Europa la fingida restauración, pero los efectos revolucionarios eran ya imparables y en la decada de los 30 una nueva oleada revolucionaria sacudió Europa. Comenzó en Francia y se extendió a Bélgica y de estos dos ejemplos en los que la revolución cuajó positivamente saltó a Polonia.

El intento de liberación nacional bajo ideas liberales surgió de estudiantes en Varsovia, extendiendose después con rapidez entre el pueblo, la reacción de los zares fue implacable y la revuelta atajada de raiz, de los grandes procesos revolucionarios de 1830 solo el polaco fracasó.

Dividida entre las potencias vecinas, Polonia no parecía poder aliarse con nadie para independizarse, pues cualquier alianza contaba con intereses en la sumisión polaca.

Tras la primera guerra mundial y diversos avatares consiguió sobrevivir como nación independiente, teniendo que iniciar una guerra contra diversos movimientos centrífugos y posteriormente contra la contraofensiva del ejército rojo que apunto estuvo de apoderarse de Varsovia, por una vez la suerte sonrió a los polacos y tras vencer en varios encuentros a los rusos les forzaron a la paz.

Parecía al fin que Polonia se estabilizaba en el periodo de entreguerras, pese a diversas escaramuzas, sin embargo le ocurrió algo que nadie en la Europa de los años 30 podría haberse imaginado y que solo el gafe de Polonia es capaz de explicar, una acción conjunta de Hitler y Stalin en su contra.

El resto es de sobra conocido, brutal ocupación nazi, ocupación brutal sovietica y varios decenios de dictadura comunista a "sueldo de Moscú".

Nuevamente Polonia parece resurgir una vez más de sus cenizas e iniciar un proceso modernizador, veremos que les depara el futuro, seguro que alguna desgracia.

Felipe IV(I)

miércoles, 4 de febrero de 2009

Decíamos en anteriores entradas que la figura del rey planeta ha sido una de las que más viva controversia ha generado en la historiografía española. Los extremos en la valoración de su persona han sido grandes, la atracción personal de su reinado y su vida es una constante en cuantos se acercan hasta esta figura y esta época, cumbre del poderío hispano.

El rey en materia personal parece ser el más depurado producto de la factoría de la casa de Austria, el hieratismo casi divino, la blancura radiante y la longevidad dieron un aire mítico a este rey. Algunos confundieron esta rigidez en sus formas con desinterés, incluso con estupidez. Sin embargo en la casa de Borgoña era etiqueta el no mostrar sentimiento alguno de caracter público, algo que el rey logró con profesional precisión.

Por debajo de esa frialdad que impresionaba a embajadores y cortesanos se escondía una personalidad extremadamente sentimental, tremendamente vital y con fuertes contradicciones internas.

Era el rey profundamente católico, convencido de la relación directa entre su monarquía y la divinidad y entre los fracasos de esta y sus pecados.

Recibió de su padre un ejemplo intachable, de los escasos reyes españoles castos, y una piedad inquebrantable. Sin embargo desde muy joven recibió la llamada de la carne y encontró en sus regias escapadas compañeros de alcurnia. Muchas son las aventuras sexuales atribuidas al rey Felipe, la más llamativa la del convento de San Plácido entremezclada de la herejía del iluminismo que tanto furor causo en aquella España y que debería recibir algún día una entrada explicativa.

La mayor parte de los amoríos del rey están empañados de leyenda, muchos pese a lo romántico del supuesto lance son absolutamente falsos. Sin embargo uno de ellos es sonado e irrechazable (el rey reconoció al fruto de esa relación adultera) y es el romance con una de las actrices más famosas del momento, María Calderón, la calderona.

El rey es inegable que amaba a las mujeres y sentía un deseo que jamás logró reprimir pese a lo mucho que se arrepentía, sus continuos escarceos con todo tipo de mujeres no se detuvieron prácticamente hasta su muerte, una pasión desbocada por la sexualidad que le llevaba a estados de profundo arrepentimiento posterior ante su responsabilidad ante Dios, para acto seguido dar paso a nuevos pecados, incurable e incansable.

No fue esta la única afición terrenal del rey, su amor al teatro fue enorme, al igual que a la poesía. Las representaciones se hicieron muy comunes y la presencia de los reyes habitual.

A la lumbre de la monarquía iluminaron ingenios inmortales de nuestras letras, Calderón, Lope de Vega, Quevedo, Góngora y muchos otros que elebaron sobre las nubes de la historia la grandeza de la corte de Felipe el Grande.

La pintura contó con el sincero apoyo del rey y de su valido Olivares, Velazquez pintó en infinidad de ocasiones al rey y su corte. En los cuadros del fantástico pintor podemos ir observando como la vida avanza en el rey, como altanería juvenil se desploma en una dignidad cansada, sin perder nunca la emotividad de sus ojos. Una mirada siempre juvenil y vital, en la que brotaba el basto universo sentimental de un rey que vivío como ninguno de sus antecesores o sucesores en el perfecto disimulo de sus pasiones.

Junto a estos rasgos conocidos del rey, se situan otros más desconocidos o tal vez interesadamente silenciados por aquellos que condenaron este reinado por no lograr vencer, sin valorar el colosal esfuerzo que supuso el simple hecho de no sucumbir.

El rey era un trabajador infatigable, leía prácticamente todos los documentos, dedicaba a despachar casi tanto tiempo como su abuelo, además Olivares dispuso un ventanuco secreto desde donde el rey escuchaba las sesiones de gobierno, en ocasiones para aportar o modificar determinadas cuestiones y supongo que en la mayoría para dorar el ego del valido escuchando sus discursos.

El rey tenía ideas propias sobre los asuntos de estado y anotaba y aportaba detalles e ideas para los planes, sin embargo tenía una personalidad débil, incapaz de llegar al enfrentamiento personal y cobarde ante cualquier disputa, era ante todo un hombre bueno que necesitaba la cordialidad en todo.

El rey siempre necesitó el consejo de alguién para decidirse, si bien durante el largo ministerio de Olivares el rey solía dejarse convencer, no era del todo ajeno a las decisiones y su aportación en muchos negocios del momento fue importante.

Esa capicidad de trabajo era algo que se impuso el rey a forma de obligación, pues a Felipe no le gustaban tanto los asuntos de gobierno como el ocio y los diferentes placeres que su vital y sentimental personalidad le requerían. Era rey por obligación en buena medida y su personalidad insegura precisaba siempre un impulso de voluntad que confirmase y desarrollase los procesos, ese impulso encontró en la arrolladora personalidad del conde-duque una ayuda descomunal. El rey, así pues, no era vago sino inseguro.

Tenía igualmente un importante sentimiento de amor a su monarquía, no en el sentido del nacionalismo moderno, sino como parte de la herencía, algo que era no de su propiedad sino de su linaje y un sentimiento de profunda identificación con sus súbditos.

El hondo pesar ante los desastres militares y el temor a la pérdida de partes de su monarquía fue evidente en su vida, una vida marcada por la lucha y la continuación de la lucha, su negativa al final cercano a los 60 años y enfermo a reconocer la independencia portuguesa pese a la imposibilidad de someterla de forma militar. Mientras el rey vivió no hubo forma de que reconociese la secesión portuguesa.

En resumen el rey era un hombre bueno, inseguro, católico, vital, vividor, responsable y sentimental.

Dos cuestiones que creo que merecen una anotación especial son sus amores con la calderona y sus relaciones epistolares casi confesionales con una monja, Sor María de Agreda que se decía visionaria.

Maria de Calderon era como dijimos una de las actrices más importantes de las escena española y muy guapa, antes que del rey fue querida de uno de los nobles de la corte que se la "cedió" al rey. De ella engendraría a don Juan José de Austria, buen político y militar y único de los hijos varones "normales" que sobrevivieron al rey. Fue este hecho algo similar al don Juan de Austria bastardo del emperador, con la diferencia de que el rey estaba casado y le reconoció en vida.

Fue un romance sonado y famoso, conocido por todo el mundo y seguramente la cima de las conquistas reales. El amor entre el rey y la actriz es un mito que reproduce la realidad o la imaginación del pueblo español.


En cuanto a la correspondencia con Sor Agreda decir que en ella el rey cuenta buena parte de sus sentimientos y pesares, sus pecados y temores, tratando de obtener de la monja una guía espiritual que de firmeza a su voluntad. El papel de consejo de la monja es inegable y su animadversión hacia el conde duque pudo ser una de las cuestiones que determinó la caída del valido.

Valoración del reinado de Felipe IV (I)

martes, 3 de febrero de 2009

Posiblemente sea el rey más controvertido de la historia de España. Durante mucho tiempo se le ha considerado como uno de los austrias menores, miembro de una España ya en decadencia y poco menos que insignificante. Unido a esta errónea interpretación histórica, tan falaz como arraigada en el ánimo popular de que después de Felipe II ya no queda grandeza, nos encontramos el mito de su absoluta pereza, ausencia de voluntad y poco menos que se nos presenta un rey carente de virtudes, casi atontado, un anticipo de su hijo Carlos II. Nada más falso.

Felipe IV recibió una España o unas Españas de su padre Felipe III con reales problemas estructurales, pero con un prestigio interior y exterior que hacia que las principales cabezas de la monarquía no concibiesen un estatus internacional en el que su majestad católica no estuviese un escalón por encima de las demás. En el exterior España era vista como una potencia por todos los demás al punto de que se hablaba de una conspiración española para la dominación mundial. El mundo posiblemente temió más que nunca el poder español al comienzo del reinado del rey planeta.

Tras el reinado de Felipe II repleto de importantes intervenciones pero con un resultado ciertamente inconcluso el prestigio militar de las Españas estaba en todo lo alto, sin embargo los frentes externos no habían sido resueltos y en el plano interior la rebelión de las provincias unidas había logrado consolidarse mientras los problemas económicos de la monarquía comenzaban a ser asfixiantes.

El reinado de Felipe III trajo una paz necesaria pero mal aprovechada para el lucro de la elite dirigente y no para el robustecimiento de la monarquía. Sin embargo una época de paz entre dos grandes periodos bélicos propició la magnificación de los éxitos militares hispánicos y un papel de cierta preponderancia internacional.

Esto que podría haber sido sin duda un factor de prestigio internacional, fue utilizado con habilidad por los enemigos de la monarquía, esencialmente las provincias unidas para tejer una extensa red de alianzas antiespañolas.

No se podría entender la figura del rey poeta sin la presencia del Conde de Olivares y duque de San Lucar la mayor. Un auténtico titán que sostuvo como pudo una monarquía cercada por los enemigos y el infortunio, pero eso trataremos que sea tema de otra entrada.

Los cambios en la política pacifista europea vinieron acompañados de un cambio generacional entre los monarcas europeos. La batalla definitiva por la religión se daría ahora.

La monarquía católica tratará con todas sus fuerzas (y aun eran muchas y más en brazos de Olivares) de sostener la causa de trento en Europa y en varias ocasiones estará a punto de conseguirlo, sin embargo finalmente la pax hispánica no pudo imponerse. Westfalia y Pirineos son dos paces desfavorables a las Españas, si bien no suponen su derrota total, ponen las bases de la decadencia de la monarquía.

Así pues la España de Felipe IV no puede ser en modo alguno considerada como menor o decadente, fue una nación capaz de sostener una batalla continuada en varios frentes durante más de 40 años. Una guerra que comenzó para imponer su pax y en la que terminó combatiendo por su propia supervivencia.

El esfuerzo ingente que se precisó para lograr mantener la mayor parte del territorio de la monarquía en una guerra contra diversas facciones del imperio, holandeses, franceses, ingleses, suecos o daneses, sin olvidar las complicaciones italianas y las revoluciones internas, no puede minusvalorarse. Las figuras políticas y militares del momento son del primer orden de nuestra historia y vienen mereciendo un lugar mejor en la historiografía, que les ha castigado con excesivo rigor y falsariamente debido a sus derrotas.

Además el cuarto felipe construyó a su alrededor toda una corte de intelectuales y artistas, convirtiéndose en un gran mecenas, en medio de una corte derrochadora que se ahogaba en apariencias. Culturalmente fue un periodo riquisimo, en todos los niveles.

En cuanto al peso de sus intentos de reformas internas no cabe duda de la envergadura de las mismas, el fracaso de ellas fue en no poca manera causa del desastre de la monarquía.

El intento desesperado de esta monarquía de combatir en todos los ámbitos externos es un ejemplo de lo que sucedió en todos los factores del reinado, se trató de combatir en todos los frentes al mismo tiempo, no por capricho, sino por necesidad.

La lucha desesperada por la supervivencia marcó las condiciones de la partida y determinó el resultado de la misma. Gracias a los esfuerzos de la clase dirigente de la monarquía, muy especialmente el conde-duque, se logró superar el trance con vida, que si bien quedaba lejos del objetivo inicial de la pax hispánica y la reforma interior, fue en buena medida un resultado más que aceptable.
 

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