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La desgracia de Polonia

sábado, 7 de febrero de 2009

Polonía tiene sin duda un destino trágico, sus desgracias forjadas en buena medida durante el romanticismo le imprimieron a su caracter nacional un halo de mito del que nunca ha logrado sobreponerse y es que en buena medida no hay nación más romántica y triste que Polonia.

Compartió durante el inicio del XIX y finales del XVIII ese toque misterioso y revolucionario con España (en rebeldía ciudadana contra el imperio invicto de Bonaparte) y con Grecia (gran valor simbólico de su tiempo en su lucha a muerte y desigual contra el poder aun omnimodo del turco).

La triada de las naciones guerreras, de las patrias populares en las que luchaba su población y no sus ejércitos al mando de sus reyes. Naciones ocupadas por poderosisimas potencias en las que pueblos relativamente pobres e intelectualmente infravalorados en la Europa de la Ilustración se batían entre la decadencia de sus patrias contra su monstruoso destino. La muerte y la fatalidad, la voluntad indómita y los ideales, en unos lugares que sonaban lejanos y exóticos a la Europa del momento crearon un mito del que dificilmente logramos ir escapando sus actuales naturales.

Pero Polonia no solo sufrió entonces, sufrio antes y sufriría después en un destino marcado por el infortunio.

El reino polaco-lituano se formó en el siglo XV con la unión de estas dos entidades políticas siguiendo el desarrollo de su tiempo en un afán unificador. Igualmente a nivel político se comenzaba en los países más desarrollados de la cristiandad un proceso tendente a unificar el poder en manos del rey, este proceso que se desarrollo en una alianza estratégica entre ciudades y monarca en contra de la nobleza tuvo grados y matices pero en general fue evolucionando hacia una monarquía absoluta.

Polonia supuso una excepción al proceso político europeo, en lugar de seguir la senda hacia el absolutismo profundizó en el modelo pactista medieval. El Sejm (una suerte de cortes medievales) tuvieron primacía política sobre el monarca, que estaba sujeto a ella en modo muy superior al del resto de monarcas de su tiempo.

Esta rareza histórica es un factor importante, puesto que la Polonia de la edad moderna, de su primera parte al menos, es una nación poderosa e importante que tiene el núcleo territorial más grande en Europa de todas las naciones y con buenas perspectivas. Es una nación que combate en los frentes bálticos y contra el imperio turco con serias opciones de ser una potencia regional muy a tener en cuenta.

Una potencia que salvó en alguna ocasión con su carga de caballería la propia ciudad de Viena asediada por el turco, un bastión católico en el noreste de Europa.

En muchos aspectos era la monarquía polaca una república oligárquica de grandes hombres, un gobierno de iguales, sin embargo la ausencia de un poder ejecutivo terminó demostrando a la larga la inviavilidad del modelo pactista y la arrolladora superioridad en todos los ámbitos del modelo absolutista.

Este sistema derivo hacia los dos grandes problemas, la inestabilidad y la anarquía. La falta de un poder centralizador permitió las intrigas e influencias de potencias extranjeras en grupos de presión política, lo cual desestabilizó el país y en ocasiones le llevo a la parálisis a falta de una dirección única, de un proyecto común. Los intereses personales de los grandes e iguales demostraron ser divergentes y la ausencia de una autoridad superior impidió el proceso de desvinculación y desintegración. El modelo alternativo al absolutismo había fracasado, el Sejm se convirtió en el gran problema polaco y Polonía quedó reducida a campo de batalla diplomático de terceras potencias. Paralizada, con graves problemas internos y poderosos enemigos externos su futuro se presentaba trágico.

Polonia fracasó en su intento por crear un estado moderno de manera alternativa al resto de Europa, el resultado fue la postración de un basto territorio ante la inestabilidad política.

El fortalecimiento del absolutismo en los países cercanos permitió una ventaja enorme a sus vecinos, Suecia, Rusia, Prusia o Austria y en menor medida el Imperio Otomano.

Polonia fue repartida en reuniones secretas, su territorio troceado por sus ávidos vecinos y su realidad nacional aplastada con la facilidad con que el cirujano amputa los miembros de un cuerpo muerto. Sin embargo el rescoldo de identidad y libertad seguía vivo en la nobleza y en la nación.

A finales del XVIII Polonia fue barrida del mapa, un mapa diseñado por dinastías y acaparado por estados absolutos, el proyecto pactista y oligárquico había saltado por los aires. La falta de compromiso de la clase dirigente, su estrechez de miras y sus ambiciones personales habían hecho imposible un desarrollo diferente del estado moderno.

El lento ocaso del modelo tardo medieval polaco coincidió con el final explosivo e inesperado del triunfante absolutismo. Hacia 1795 sucumbía este experimento que malvivió sus últimos 150 años, pero tan solo tres años después en Francia se iniciaba un proceso que habría de poner fin al absolutismo monárquico.

Calló la cabeza de Luis XVI manchando las calles de un París revolucionario, Europa se conmovió hasta sus cimientos y un proceso irreversible dió comienzo.

Tras el caos llegó Napoleón, la restauración del orden bajo una nueva realidad y legalidad. Las guerras en Europa destrozaron al antiguo régimen, el Emperador hubo de renunciar a la exclusividad de su título en la cristiandad y con ello murió la legalidad internacional absolutista. Una hija del emperador, una princesa Habsburgo casó con el usurpador corso y Polonia resucitó del olvido como estado títere de Napoleón bajo el nombre de Ducado de Varsovia. Aquél que crea que con esto la suerte polaca fue restaurada se equivoca. El ducado fue utilizado por Napoleón como granero y arsenal, sus recursos fueron esquilmados y sus hombres murieron en las infinitas campañas en defensa del régimen de Bonaparte, por si fuera poco tuvo que comprar la indemnización de guerra de Prusia a Francia para dársela en efectivo o bienes, una indemnización que luego Prusia a Polonia no llegó a pagarle nunca.

Por supuesto su independencia fue efimera y con la caída de Napoleón tras el Congreso de Viena, Polonia volvió a ser repartida. La parte rusa gozaría durante un tiempo de cierta autonomía hasta que el absolutismo de los zares la absorvió.

Cierta calma necesaria permitió en Europa la fingida restauración, pero los efectos revolucionarios eran ya imparables y en la decada de los 30 una nueva oleada revolucionaria sacudió Europa. Comenzó en Francia y se extendió a Bélgica y de estos dos ejemplos en los que la revolución cuajó positivamente saltó a Polonia.

El intento de liberación nacional bajo ideas liberales surgió de estudiantes en Varsovia, extendiendose después con rapidez entre el pueblo, la reacción de los zares fue implacable y la revuelta atajada de raiz, de los grandes procesos revolucionarios de 1830 solo el polaco fracasó.

Dividida entre las potencias vecinas, Polonia no parecía poder aliarse con nadie para independizarse, pues cualquier alianza contaba con intereses en la sumisión polaca.

Tras la primera guerra mundial y diversos avatares consiguió sobrevivir como nación independiente, teniendo que iniciar una guerra contra diversos movimientos centrífugos y posteriormente contra la contraofensiva del ejército rojo que apunto estuvo de apoderarse de Varsovia, por una vez la suerte sonrió a los polacos y tras vencer en varios encuentros a los rusos les forzaron a la paz.

Parecía al fin que Polonia se estabilizaba en el periodo de entreguerras, pese a diversas escaramuzas, sin embargo le ocurrió algo que nadie en la Europa de los años 30 podría haberse imaginado y que solo el gafe de Polonia es capaz de explicar, una acción conjunta de Hitler y Stalin en su contra.

El resto es de sobra conocido, brutal ocupación nazi, ocupación brutal sovietica y varios decenios de dictadura comunista a "sueldo de Moscú".

Nuevamente Polonia parece resurgir una vez más de sus cenizas e iniciar un proceso modernizador, veremos que les depara el futuro, seguro que alguna desgracia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias por la información, está muy bien relatada. Me gustó la forma en que se contó esta tragedia, es casi un poema.

20 de abril de 2009, 15:59
Ivanov dijo...

Muy buen articulo... igual me parece excesivamente tremendista el "Seguro que alguna desgracia".

10 de mayo de 2009, 14:25

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