La irresistible estética del totalitarismo

Todos, incluso los más autoproclamados demócratas tienen sueños y devaneos totalitarios. La humanidad incluso en las personalidades más anárquicas tiende a dar un valor supremo a la opinión personal respecto a la del resto en determinados temas o incluso en todos o en su mayoría.

El deseo de imponerun pensamiento único en tal o cual tema es a mi juicio propio del ser humano, como igualmente propio del mismo es que existan diferencias de opinión.

Envueltos ya en la ensangrentada toga de lo políticamente correcto podemos escuchar condenas de todo tipo hacia estos regímenes, pero en la oscuridad de sus fantasías todos acarician la bola del mundo mientras ríen con locura(¿no oyes reir a los dioses?). En nombre de la libertad, de los pobres, de la nación, de la raza, de la justicia, en nombre de cualquier palabra que nos otorgue derecho de conquista.

El incontrolable atractivo del poder ilimitado es irresistible, unos piensan que lo usarían para el bien y otros para hacer las cosas bien, nadie está dispuesto a conceder sin embargo ese pleno poder al adversario, ni tampoco al que es algo diferente.

Solo el miedo a que otro logre imponer la dictadura antes que nosotros, nos impide hablar claramente en favor de regímenes totalitarios.

En las cloacas de los mismos se destila sangre y sufrimiento, el combustible del idealismo. ¿Qué es un hombre frente al ideal? Nada, es en ese punto donde los soñadores se convierten en destripadores, cuando se busca una sociedad buena a costa de parte de una sociedad.

Con todas sus repugnancias, el totalitarismo persiste como una vela en lo profundo de los corazones; nadie puede negar sus gloriosidades y creo que dentro de ese ámbito caben destacar dos cosas:

1.Su arte, un arte grandilocuente, de grandes avenidas y preciosas esculturas, un arte monumental y expresivo, un arte que expresa y llena, un arte inductivo. Un arte que despierta los sentimientos hacia la dirección correcta.

2.Un sistema de propaganda realmente glorioso, encargado de dar una explicación sesgada de la realidad, logrando llegar a fases tan surrealistas como Corea del Norte (¿reirá acaso el dictador coreano al leer todas las obras que realiza o el mismo se creerá su propia propaganda?). Pero manteniendo siempre un sentido estético, una pose, un discurso.

Es probable que lo irresistiblemente bello del totalitarismo sea su estética, su envoltorio de condecoraciones y camaradería, su formar parte de un proyecto.

Las dos almas del hombre se enfrentan ante esta situación, su lado gregario y su lado racional. El esencial problema del totalitarismo es que el considerado ser supremo no es más que un hombre, con nuestros mismos errores y su proyecto como los demás solo es mejor hasta que se ponga en práctica.

Después en el engranaje de sus planes se estrujaran cuerpos como aceite y arderán ilusiones como carburante, pero nadie podrá negarnos con cuanta apostura firmaba las sentencias vestido de uniforme.